Cuando nuestro cuerpo se mueve al ritmo de una melodía, se convierte en un
instrumento que transmite alegría, pasión y armonía, haciendo que a través de
nuestras venas corra incesantemente la vitalidad que recorre nuestro espíritu
al compás de las notas musicales que nuestros
sentidos perciben, generando movimientos que conectan cada extremidad de
nuestro cuerpo en un lenguaje universal de significación infinita.
Así, la
danza como disfrute o disciplina amolda nuestra persistencia a través de la
constante práctica que redescubre nuestras habilidades y el conocimiento de
nuestro cuerpo, que sin este tipo de arte, a veces se desconoce. Ensayo tras ensayo se es
posible aprender de constancia y
tenacidad, cuando nos levantamos de
nuevo, intentando una vez más, amoldándonos a movimientos que no creímos lograr
y superando las dificultades propias en busca de metas comunes.
Por esto,
la danza enseña que existen diversas formas de expresión, que cada cuerpo y que cada proceso es diferente, pero que aun así todos pueden confluir en
unidad, en un conjunto para lograr la armonía que es necesaria cuando se está
en equipo. Por este motivo, para nuestra familia Pirandellista es tan relevante
la danza, pues a través de ella educamos seres competentes para confrontar su
cotidianidad y trabajar mancomunadamente en una colectividad, entregando lo
mejor de sí para construir montajes que embellezcan su realidad, para seguir
los pasos del éxito y conformar grandes logros construidos con la base del
esfuerzo, la firmeza y el compromiso.